En las últimas décadas hemos podido llegar a investigar lugares inhóspitos, como el fondo de los océanos o los polos, pero el hecho de meter nuestra nariz donde en principio no nos toca tiene algunas implicaciones más allá de nuestro afán destructor investigador. Lo último: que somos nosotros los vectores de enfermedad para las aves de la Antártida y pingüinos y otras especies están enfermando por las visitas de turistas y científicos.
Normalmente sabemos de alertas que saltan en zoonosis, es decir, contagios a la inversa (de animales a seres humanos) como la rabia (perros, murciélagos, etc.) o la toxoplasmosis (gatos). Pero el dedo acusador esta vez va hacia nosotros, y en un continente y unas especies donde no se había detectado hasta ahora: la Antártida.
De gripe aviar a indigestiones humanas, y tiro porque me toca
Fue la microbióloga Marta Cerdà-Cuéllar, investigadores en el Centro de Investigación de la Salud Animal en Barcelona (España) quien se negaba a creer que las zoonosis inversas (es decir, de humanos a animales) no se estuviesen dando ya en la Antártida. De ahí que ella y sus colegas decidiesen empezar a recoger muestras fecales de las aves que habitan el albo paraíso del sur en busca de lo que sospechaban que ya ocurría.
Explican en ScienceMag que para evitar la contaminación de las muestras tuvieron que recoger las heces directamente de las aves (algo que implica tener que retenerlas momentáneamente para limpiar sus cloacas con hisopos estériles) y que en total se hicieron con muestras de 666 pájaros de 24 especies distintas, incluyendo pingüinos de Rockhopper, albatros de pico fino, págalos grandes y petreles gigantes, desde 2008 a 2011 y en cuatro regiones distintas (Península antártica, Isla Marion, Isla de Gough e Islas Falkland).
Woohoo, amazing science coming from Ridge A, Antarctica - the driest place on Earth - via Michael Ashley! #ASA2014MQ pic.twitter.com/Y17jNg4pVs
— Geoff Sims (@beyond_beneath) 23 de julio de 2014
En su trabajo, recientemente publicado, comentan que aislaron e identificaron ADN de bacterias como Campylobacter jejuni, C. lari o cepas de Salmonella spp de origen antropogénico (es decir, humano). De ahí que los hallazgos sugieran que los seres humanos estamos siendo los causantes de enfermedades en las aves que habitan o migran por esas regiones.
¿Ya hemos roto la Antártida de tanto usarla?
Las localizaciones escogidas son comunes a muchas de las rutas de migración de las aves marinas, pero resultan algo aisladas en referencia a las regiones que nuestra especie suele habitar. De ahí que el hecho de encontrar bacterias de origen humano ahí da que pensar que los centros de investigación o el creciente turismo en dichas regiones está empezando a afectar a los ecosistemas, de una manera más sutil y microscópica de lo que cabría pensar (el impacto ambiental de medios de transporte, construcciones o residuos).
El ornitólogo Kyle Elliot, de la Universidad McGill en Montreal (Canadá) considera que es difícil predecir qué especies se verán más afectadas por la diseminación de estas bacterias, pero que el hecho de haberlas encontrado en este ambiente prueba que la Antártida no es un lugar demasiado frío como para que no exista al menos la amenaza de transmisión. Matiza además que aunque hasta la fecha "nos obsesiona el potencial de enfermedades nuevas que puedan provenir de los animales salvajes y causen epidemias", la transmisión de enfermedades a la inversa, de humanos a animales salvajes, "ha sido mucho más desastrosa".

Esto se trata de un problema simultáneo a otros que estamos viendo en relación a la eclosión de infecciones y enfermedades a causa del deshielo, como el hecho de que en algunas especies marinas cada vez haya más enfermedades debido al cambio climático. O que el deshielo de los polos esté devolviendo a la superficie virus congelados hace decenas de miles de años.
¿Qué hacer ante esto? Seguir investigando (eso que no pare nunca), pero sobre todo considerar si es momento de limitar aún más el acceso a este cada vez menos santuario. Ya dijo nos dijo Pablo Tejedo, un científico español que precisamente viajó hasta la Antártida para estudiar el impacto humano sobre ella que "el turismo cada vez tiene más importancia" y que sólo en 2016 "fueron 38.500 turistas a la Antártida".
Imagen | Gustavo Naharro
Ver 8 comentarios
8 comentarios
rennoib.tg
Entiendo que todo lo que vive en la artantida son aves, que suelen migrar o por lo menos desplazarse miles de kilómetros, y por otro lado criaturas marinas que están en contacto con otras que también viajan miles de kilómetros. Lueog entiendo que si hay posibilidad de contagio, el ser humano no es necesariamente el vehículo transmisor o al menos no el único.
royendershade
Pues menuda mierda de trabajo el de esta investigadora... (literalmente, me refiero, no lo estoy juzgando xD)
Usuario desactivado
Sobretodo es el turismo....que la Antártida es el nuevo Benidorm. ...está petadisima. ..y los científicos madrugan y salen a poner su sombrilla a pie de iceberg....
Vamos no me jodas
mianmagar
Te compro tu tiquete???
vsalatorres
Interesante artículo, pero revisadlo antes de su publicación, por favor.
"Fue la microbióloga Marta Cerdà-Cuéllar, investigadores en el Centro de Investigación de la Salud Animal en Barcelona (España) quien se negaba a..."
"Ya dijo nos dijo Pablo Tejedo..."
¡Gracias!
elmeditadorlaborator
Voy a comentar algo de carnaza para pseudoescepticos para que me insultéis y os entretengáis, y de entre vosotros alguno tenga la posibilidad de conocer otra visión, que es lo que me interesa, no que me insultéis, pero eso es como querer hacer alpinismo y no pasar frío, viene en el pack:
Quienes conocemos las leyes biologicas descubiertas por Hamer, el cual no es un magufo, aunque haya interés en mostrarlo como tal, quienes conocemos tales leyes, digo, sabemos cuál es el papel de la microbiología en los seres vivos todos.
El contagio es un mito, entendido como contagio de alteraciones orgánicas (enfermedades) fruto de la microbiologia erróneamente acusada de patógena.
La presencia humana en habitats no acostumbrados a su presencia lo que origina son nuevos choques biológicos para sus habitantes tradicionales.
La rabia no es producto de un agente patógeno, sino que el humano, por ejemplo, reacciona activando un programa biologicocon el sentido de hacer frente de manera igualitaria al ataque que recibe por sorpresa y para el cual no se encuentra capacitado en el momento del ataque para su defensa.
Que haya presencia de sustancias provenienets de humanos en seres vivos de la antártida es normal. El error es conferirle directamente caracter patógeno a dichas sustancias.
Sí es correcto hablar de que esta presencia humana afecta al ecosistema. Respecto de su transmisión y supervivencia sin huamnos pues dependerá de si esos seres vivos necesitan de dicha nueva microbiologia para hacer frente a los nuevos choques biologicos fruto de la presencia humana.
Que alguna especies marinas enfermen a causa del deshielo es fruto del choque biologico del propio deshielo y cambio en las condiciones marinas, no es ftuto de nueva microbiologia que estuviera latente, potencialmente maligna.