Joy Milne no es una conocida científica, sino una jubilada escocesa de 72 años. A pesar de ello ha sido clave a la hora de diseñar un test que podría ayudarnos en el futuro a detectar la enfermedad de Parkinson mucho antes. Milne tiene, eso sí, una habilidad muy concreta: un sentido del olfato súper-desarrollado.
Un test de tres minutos. Un grupo de investigadores británicos ha avanzado en la creación de un test rápido para la detección del Parkinson. Los resultados de los primeros ensayos han sido positivos y han sido publicados en forma de artículo en la revista Journal of the American Chemical Society.
El test no es invasivo, se basa en el análisis del sebo que emanamos por nuestra piel. El proceso requiere tomar una muestra de las secreciones de nuestra piel a través de un algodón. Esta muestra es analizada después a través de una espectrometría de masa. Desde que la muestra es tomada el proceso requiere tan solo tres minutos.
En una nota de prensa, Depanjan Sarkar, quien encabeza el artículo, explicaba el proceso: “Es sebo se transfiere a un papel (…), añadimos una gota de disolvente, aplicamos un voltaje y esto transfiere los compuestos del sebo hacia el espectrómetro de masas. Cuando hacemos esto encontramos más de 4.000 compuestos únicos, de los cuales 500 son diferentes entre los pacientes con Parkinson comparados con los participantes de control.
Primeros ensayos. El test se puso a prueba en un experimento en el que tomaron parte 150 participantes, un grupo experimental con 79 pacientes de Parkinson y un grupo de control con los 71 restantes. Aún quedan multitud de ensayos para validar estos primeros resultados, pero puede considerarse que el primer paso en este camino está dado.
El equipo y la Universidad de Manchester han puesto en marcha una empresa para continuar con el desarrollo de estos tests diagnósticos.
La historia de Milne. Pero sin duda la parte más singular de todo este camino ha sido la de llegar hasta él. La clave está en la hiperosmia hereditaria de Joy Milne, una mujer escocesa con un olfato especialmente desarrollado.
Milne descubrió que era capaz de identificar los matices en el olor que desprendían personas con la enfermedad de Parkinson después del diagnóstico de su marido. Milne había percibido en los años anteriores un cambio en el olor que desprendía su marido.
De la nariz al laboratorio. Gracias a esta extraña circunstancia, Milne y el resto del equipo encargado de desarrollar esta nueva técnica diagnóstica. Sin embargo transformar la habilidad de Milne en un test que pueda realizarse en un laboratorio requería trabajos adicionales.
Perdita Barran, otra de las investigadoras implicada en el trabajo explicaba entonces a la BBC cómo diseñaron experimentos para replicar con un espectrómetro lo que la nariz de Milne era capaz de hacer por sí misma al detectar los rastros olfativos de las personas que padecen la enfermedad.
Estos primeros pasos también fueron publicados en forma de varios artículos en revistas como Nature Communications y ACS Central Science.
A flor de piel. El sebo es una secreción oleosa de nuestra piel, inodora por sí misma. Las glándulas sebáceas están vinculadas al sistema endocrino y los expertos eran ya conscientes de una correlación existente entre la enfermedad de Parkinson y esta función biológica. Ahora estamos un poco más cerca de poder explotarla.
Una enfermedad difícil de combatir. Aunque sigamos lejos de una cura para esta enfermedad, lograr un sistema diagnóstico fiable es un paso que no puede ser menospreciado. Hoy por hoy no existe una prueba diagnóstica definitiva para identificar esta enfermedad. Este diagnóstico se realiza a base de evaluaciones psicológicas, exámenes físicos y escáneres que permitan descartar otras dolencias con síntomas semejantes.
Su tratamiento es igualmente difícil, y se centra principalmente en luchar contra los síntomas que va causando a través de la fisioterapia y la terapia ocupacional. A esto se añaden algunas medicaciones que pueden ayudar en la lucha contra síntomas como los característicos temblores asociados a este mal.
En los últimos años ha ido ganando terreno la opción quirúrgica, si bien su desarrollo aún está muy limitado. Esta opción se basa en la estimulación profunda del cerebro (DBS), pero esta no es una opción a la que pueden optar todos los pacientes.
Imagen | Universidad de Manchester
Ver 5 comentarios
5 comentarios
sulkra
Pues puede parecer una tontería, pero esto ocurre.
Yo soy diabético tipo II, mi señor padre lo es y mi señora madre también, evitándolo, a día de hoy, mis tres hermanos.
Pues cuando uno tiene hiperglucemia se puede detectar por el olor que desprendemos. En el caso de la hiperglucemia es un olor ligeramente más ácido de lo normal, muy caracterísitco y "fácilmente detectable". Con las hipoglucemias también sucede, pero te das cuenta antes por otros síntomas asociados a la misma.
Y, personalmente, también me ocurre con las afecciones y alguna patía respiratoria. También es muy característico el olor (en este caso del aliento) que se vuelve más... pastoso, en la base de la lengua y la garganta, como cuando estás respirando en un ambiente cargado de humedad y yeso (trato de explicarlo como puedo). Hablo de catarros, gripes o neumonías.
Eso sí, ya muchas veces te cortas pues la gente, por lo general, se toma muy mal un comentario tipo: "mírate tal pues creo que..." o "Estás con gripe o para que te venga estos días".
Lo que discrepo un poco del artículo o el estudio que se indica es que se tanto un tema de olfato sino que, más bien, puede ser, aunque resulte extraño, de gusto, por expresarlo de alguna manera. Por lo menos en mi caso, en todas las circunstancias, lo noto en la garganta, que no en la nariz.
Pero sí, garantizo que puede ocurrir y ocurre. No es extraño que notemos variaciones en el olor de alguien pues conocemos "a la perfección" cómo huele esa persona en circunstancias "normales".
Lo arquetípico: el olor característico de las personas mayores o los bebés.