La Segunda Guerra Mundial dejó una Alemania arrasada que necesitaba recomponerse a partir de 1945. Con el respaldo del bloque capitalista aliado, el crecimiento alemán fue rápido y durante años se movió en cifras espectaculares. Pese a todo, había una sociedad entera que tenía que recuperar su vida y salir de la pobreza provocada por la guerra.
Cuentan que a pesar de ese panorama, Ferdinand Porsche vio la oportunidad de lanzar un coche en el que nadie pensaba: un deportivo. Sí, la mayor parte de la sociedad estaba inmersa en una reconstrucción pero también había una élite que seguía demandando los lujos de antaño. Poner en el mercado un deportivo era imperioso para resucitar Porsche y, al mismo tiempo, permitía a una parte de la sociedad distinguirse frente al resto.
En Periodismo del Motor recogen que el mandamás de la compañía recalcó cuáles debían ser las directrices en adelante. Liberado de todo cargo en 1948 (había sido detenido en Francia en 1945 y acusado de colaborar con el régimen nazi), aseguran que mencionó las siguientes palabras:
"En aquel momento miré a mi alrededor y no encontré el coche con el que soñaba, así que decidí construirlo yo mismo"
Aquel coche era el Porsche 356, el cual volvió a dar alas a la compañía. En aquellos años, Alemania estaba centrada en reconstruirse y quedaba más patente que nunca la filosofía ahorradora de sus ciudadanos. El protestantismo y las dificultades durante y después de la Segunda Guerra Mundial habían definido el carácter de los alemanes.
Pese a ello, Ferdinand Porsche decidió que había llegado el momento de lanzar un coche que sería icónico: el Porsche 911. Un deportivo que atentaba contra toda la austeridad alemana. Era la culminación de la reconstrucción después de la Segunda Guerra Mundial.
Cuando uno piensa en la guerra, también tiene que pensar en la reconstrucción. Ferdinand Porsche empezó a barajar qué debían hacer una vez ésta ya fue imperiosa. Pero en Peugeot ya empezaron a pensar en ella, incluso, antes de que la contienda hubiera terminado.
Eran momentos de reflexión y de tratar de entender cómo íbamos a vivir una vez se terminara la mayor guerra de la historia de Europa. Y los franceses tenían claro que algo debía cambiar en nuestra forma de movernos. Así que, presentaron el Peugeot VLV.
Sí, el primer Peugeot completamente eléctrico.

Pensando en el futuro
Cuando en mitad del siglo XX una Guerra Mundial releva a otra hay un problema: el combustible escasea. Y si el combustible escasea, quizás haya llegado el momento de pasarse al coche eléctrico.
Conscientes de que la autonomía era escasa pero algunas necesidades eran imperiosas, Peugeot propuso en 1941 un coche eléctrico como vehículo para servicios de emergencias médicas, personal de farmacia o correos. Era, en realidad, una opción recortada del Peugeot 201 del que derivaba.


En este caso, habían recortado la parte trasera para hacer una suerte de descapotable con capota de lona. Pero, sin duda, la parte más curiosa era la trasera, con dos pequeñas ruedas que, de no cerciorarte de que están ahí, hacen parecer el coche más un triciclo que un automóvil con cuatro ruedas.
La motorización que movía el Peugeot VLV había nacido unos años antes. Ya en los años 20 empezaron a darle vueltas a la idea que terminó por ver la luz con un motor de 12 V que entregaba 3,3 CV. Con ellos conseguía alcanzar un máximo de 36 km/h y con una batería que constaba de cuatro paquetes podía recorrer un máximo de 80 kilómetros.
Las cifras, de hecho, parecen particularmente buenas para la época. El secreto estaba en uan carrocería fabricada en aluminio que garantizaba un peso muy contenido. El Peugeot VLV se quedaba en 365 kg. Un prodigio que utilizó una estrategia de marketing propia de nuestra época. El clásico león que siempre ha acompañado a Peugeot fue sustituido por un rayo en el frontal.
Con todo, su vida fue breve. Apenas se construyeron 377 unidades antes de que el gobierno colaboracionista de Vichy ordenara el final de su producción en 1943. El discurso oficial apuntaba a que no debía dedicarse dinero a la investigación y desarrollo de vehículos que no fueran puramente esenciales.
Si quieres ver una unidad, el museo de La Aventura de Peugeot en Sochaux (Francia) hay uno restaurado.
Foto | Peugeot y Museo La Aventura de Peugeot
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